1º parte

Las tradiciones más antiguas de Oriente poseían una concepción holística del ser humano y consideraban que los males del cuerpo tenían una raíz más profunda. La enfermedad no era más que una desarmonía energética del individuo. En resumen, nuestros ancestros parecían saber que todo vibra en el universo.
Pitágoras afirmaba “que cada cuerpo celestial, cada átomo, produce un sonido particular debido a su movimiento, ritmo o vibración. Es más, todos esos sonidos o vibraciones componen una armonía universal en la que cada elemento, sin perder su propia función y carácter, contribuye a la totalidad “y esto claro incluye al cuerpo humano.
Cada célula y cada órgano de nuestro cuerpo, por tanto vibran continuamente a una determinada frecuencia. Y así, cuando un órgano está sano su frecuencia vibratoria esta en armonía con el resto del cuerpo; pero si esta frecuencia se altera se rompe la armonía y aparece lo que conocemos como enfermedad.
También sabemos hoy – por el principio de resonancia – que es posible modificar estas frecuencias alteradas a través de la transmisión de otras frecuencias. Y eso es lo que convierte al sonido en un proceso terapéutico capaz de abrir la puerta al equilibrio físico, emocional, mental y espiritual. Y es que gracias al principio de resonancia, que el sonido de los cuencos de cuarzo ajusta la vibración de la persona a la misma frecuencia emitida del mineral; es decir, terminan ambos vibrando al mismo ritmo.
Los cuencos de cuarzo emiten e inducen un modelo de onda alfa que es el mismo que emite el cerebro en los estados meditativos y de profunda calma. Y se ha podido comprobar que en esos estados hay un aumento de la producción de linfocitos T, responsables del sistema inmunitario.
El sonido de los cuencos, pues, afecta de manera global al individuo. Primero equilibra su cuerpo energético y los chacras y luego limpia el campo áurico. Además, la vibración repercute en la columna que actúa como vehículo de resonancia y se extiende a través del sistema nervioso a nuestras células, tejidos y órganos. Esa es la razón de que la vibración producida por los cuencos tenga la capacidad de disolver bloqueos en el cuerpo físico y sutil así como de que se utilice en casos de contracturas musculares, roturas, y otros problemas óseos. La vibración de los cuencos resuena y armoniza la estructura cristalina presente también en nuestro esqueleto. Asimismo, tiene efectos positivos en casos de artrosis, problemas circulatorios, fibromialgia, problemas neuronales, trastornos de aprendizaje, lateralidad, hiperactividad, etc. Sin olvidar que cargan y potencian con su vibración esencias florales y aceites esenciales y que se utilizan en la limpieza de espacios físicos.
Instrumentos que curan “Ciertos sonidos tienen la capacidad de equilibrar el ánimo y la salud”

El ser humano ha expresado su conexión con lo sagrado mediante el sonido de su propia voz en cantos rituales. También desde la antigüedad ha utilizado, por sus propiedades sonoras, cuencos de metal y otros instrumentos de percusión delicada como medio para equilibrar el cuerpo y el alma. Otras culturas, como los aborígenes de Australia, desde hace más de 40.000 años han usado la vibración del didgeridú, el instrumento de viento más antiguo que se conoce, tanto en sus ceremonias como para tratar las enfermedades y los desequilibrios que las producen.
Todos estos instrumentos son simples de tocar y revelan la riqueza y profundidad que puede haber en un solo sonido. Obedecen a un concepto de música diferente del que tenemos. En efecto, un concierto a base de cualquiera de estos instrumentos difiere de los que estamos habituados a escuchar. Son sonidos que llevan hacia dentro y ayudan a aquietar la mente, induciendo un viaje interior a través de la vibración, siempre que la persona se conceda un tiempo para la introspección y se halle en un lugar adecuado.

Todos estos instrumentos tienen una base común: el reconocimiento de la vibración sonora como un importante medio para lograr el equilibrio físico y energético, capaz de tocar profundamente nuestro ser de hecho, por medio del principio de resonancia el sonido tiene la capacidad de afectar a la materia. EI ejemplo más claro lo hallamos en la cuerda de una guitarra que hace vibrar a su vecina cuando se pulsa la nota adecuada, o en la cantante que rompe una copa con su voz al igualar la frecuencia de resonancia del cristal.
Eso lleva a pensar si, por un principio semejante, ciertas personas, paisajes o monumentos pueden inspirarnos positivamente o mejorar nuestro ánimo. Para las medicinas energéticas cada célula y cada órgano del cuerpo están vibrando continuamente a una frecuencia determinada. Cuando un órgano está sano su frecuencia vibratoria está en armonía con el resto del cuerpo, mientras que en un órgano enfermo la frecuencia vibratoria está alterada. Por el principio de resonancia es posible modificar estas frecuencias alteradas a través de la transmisión de otras frecuencias equilibrantes. Esto es lo que convierte al sonido en un instrumento terapéutico capaz de abrir la puerta al equilibrio físico, emocional, mental y espiritual.

Los sonidos más graves producen un enraizamiento en la persona porque afectan a los centros inferiores de energía. Son más amplios, contienen más armónicos. Los más agudos resuenan en las zonas superiores del cuerpo (pecho, garganta y cabeza). Son sonidos más focalizados, más intensos.
Quienes utilizan estos instrumentos terapéuticamente ponen atención a otro aspecto fundamental: consideran el sonido como una onda portadora de conciencia. Es decir, dependiendo de donde esté situada la conciencia del individuo cuando crea un sonido, la vibración puede transmitir información subliminal acerca de ese saber o esa energía a la persona que lo recibe.

Cuencos de cuarzo
Las propiedades del cuarzo otorgan a estos instrumentos una enorme resonancia. Crean sonidos envolventes y trabajan profundamente sobre los hemisferios cerebrales y el cuerpo etérico. Sus usuarios aseguran que generan frecuencias muy potentes que favorecen el viaje interior, impulsando la conciencia a niveles vibratorios más altos.

Los cuencos de cristal de cuarzo se utilizan en sesiones individuales para mejorar el flujo de la energía corporal, deshaciendo sus bloqueos e induciendo estados de inusitado bienestar. Se pueden tocar separadamente, por ejemplo para armonizar cada chakra, o se pueden combinar creando armonías que a menudo llevan a la conciencia a un estado de profunda paz y bienestar. La intensidad y la duración varían en función del paciente. Una sesión puede oscilar entre 30 y 50 minutos. Normalmente el paciente permanece estirado, aunque puede sentarse si lo desea, y los cuencos se sitúen a unos 80 cm. Se comienza con una pequeña relajación.
* Se utilizan los sonidos más graves en personas nerviosas o hiperactivas con tendencia al estrés; en estos casos se hace sonar el cuenco de manera constante y suave. Sonidos más agudos y variados con toques de campana se utilizan para activar a la persona. En una sesión de cuencos se actúa sobre los desequilibrios que pueda haber aplicando aquellos cuya nota resuene con la parte del cuerpo afectada, o que ayuden a distribuir, de hecho el cuerpo actúa como una caja de resonancia, de modo que el sonido varía según la parte del cuerpo sobre la que se aplique. Esto permite identificar bloqueos internos, ya que estos provocan que el sonido se apague más rápidamente en las zonas afectadas.

El poder del cuarzo
El sonido de un cuenco de cuarzo se puede expandir hasta un kilómetro y mantenerse varios minutos hasta extinguirse. Tiene un patrón de ondas cercano al estado alfa, el que emite el cerebro en estados de calma profunda.
Si llenamos un cuenco de cuarzo con agua y activamos su sonido pueden observarse figuras geométricas en la superficie. Dada la enorme resonancia, al aumentar la intensidad el agua salta como si estuviera en efervescencia. Esto sugiere el efecto sutil que pueden producir estos instrumentos en el cuerpo, formado en más de un 70% por agua.
Además la sílice, que es cuarzo (óxido de silicio), abunda en los huesos, la sangre, el cabello, la piel, las uñas, los dientes… Nuestro ADN se estructura en una doble espiral similar a la del cristal de cuarzo.
Hay cuatro moléculas de sílice en cada una de nuestras muelas, y también está presente en la estructura cristal coloidal liquida del cerebro.